9/30/2010

Muchas personas que ordenan correctamente sus vidas en todos los demás aspectos siguen siendo pobres debido a su falta de gratitud. La depresión; es un vacío espiritual.
 
 
 

Los cuatro elementos



Los cuatro elementos en la Astrología



Los cuatro elementos de la astrología clásica occidental representan cuatro formas en las que la energía se manifiesta, cuatro expresiones del todo, desde su forma más densa y pesada a la más inmaterial. Hay otras formas de energía, puesto que en el universo todo es energía, pero estas cuatro bastan para describir todo el amplio espectro de las manifestaciones físicas y psíquicas de los organismos: la Tierra, el Agua, el Aire y el Fuego.

Los cuatro elementos simbolizan diferentes maneras de percibir el mundo y a sí mismo. Para el hombre más material, por ejemplo, una persona con predominio del elemento tierra y un escaso nivel de evolución, el aire y el agua serán sólo eso, sin encontrar nada más allá de la apariencia de las cosas, o de aquello para lo que la cosa sirve. La posición antagónica sería la del hombre excesivamente místico, con predominio de agua, cuyo desarrollo no ha sido armónico con el resto de los elementos. El sólo vería el carácter simbólico de los elementos sin conexión alguna con la realidad. Jamás se daría cuenta de que la tierra sirve para sembrar y el fuego para calentar. Ambos casos extremos dejan a la persona fuera de la globalidad que es la vida, uno por exceso de lo físico y el otro por déficit en su manera de apreciar el mundo. Afortunadamente estos extremos son muy poco frecuentes. La mayoría de nosotros tiene algún grado de vínculo con los cuatro elementos, aunque predominen uno o dos. Aún así, el que ellos se expresen y podamos acceder a una integración, a una resolución de los aspectos conflictivos y a un desarrollo de los talentos innatos, dependerá de múltiples factores, siendo el más importante el ambiente que nos rodeó en la infancia, cuán restrictivo o estimulante fue, y cuánto nos permitió expresar o no aquello que traíamos como bagaje para enfrentar esta vida.

Elemento Fuego

El fuego es la energía menos condensada de las cuatro, la más inmaterial y la más veloz. El fuego es acción, pero no una acción producto de una convicción, de un sentimiento o de una reflexión, sino más bien de lo que podríamos llamar una voluntad instantánea, y es por eso que se le considera un elemento de intuición. Ella es más rápida que el pensamiento, la sensación y el sentimiento, y no se detiene en obstáculos, consideraciones o temores. El objetivo inmediato es lo único que existe para el sujeto.

El color del elemento fuego es el rojo anaranjado, y el temperamento asociado, el colérico, lo que nos habla de reacciones explosivas, repentinas y fugaces que no dejan huella y se autoconsumen. El fuego es el elemento más polarizadamente yang, masculino, fecundador.

El fuego es voluntad, la que puede ser dispersada en simples deseos o pasiones, o en verdadera voluntad regida por la escala de valores individual. En el primer caso, se trata de voliciones efímeras de búsqueda de satisfacciones materiales o psíquicas. En el segundo caso, se está orientado hacia el futuro, hacia la realización espiritual, ajena a las tentaciones frívolas de la vida material. Podríamos decir que los deseos son la caída de la voluntad en lo temporal, pasajero, perecible, y que la voluntad real es intemporal, orientada hacia lo eterno.

Mucho se habla del fuego como elemento consumidor, abrasador, pero no debemos olvidar que nada se consume en el sentido de extinción, sino que sólo se transforma. El fuego se erige como el catalizador de las más rápidas transformaciones de energía. Antes de existir una idea, ya está el hecho, para bien o para mal. Teniendo presente las características del ilimitado elemento símbolo, podemos deducir fácilmente que la persona con un signo de fuego es, en primer lugar, un optimista, tanto en la apreciación de sus propias fuerzas como en la valoración de sus posibilidades para lograr sus metas, sobre las cuales presume por anticipado el éxito. Su actuar es imperativo, él "tiene que hacerlo" según sus veloces dictados internos, proceso en el cual exige de los demás la misma rapidez y eficiencia que él aporta. Se le encuentra a menudo en el papel de líder, al que accede naturalmente gracias a su poder conquistador, a su gran energía y capacidad de lucha, a su seguridad en sí mismo, a su entusiasmo, a su espíritu de superación, su empuje y su creatividad incesante para conseguir las metas que se propone.

El hombre de fuego es el portador de la bandera de un ideal, y generalmente encuentra quienes lo secunden para hacerlo realidad. Una vez lograda esa meta, de inmediato la reemplaza por otro objetivo, en un infatigable proceso de autoafirmación de la propia voluntad, en el que son secundarios los logros obtenidos. Este hombre no tiene tiempo para mirar hacia atrás, es insaciable en todo el sentido de la palabra, con el impulso siempre dispuesto a lo que viene después. Esta es una de las razones por la que no es depresivo, porque nunca se detiene a lamentar el pasado.

Agreguemos que carece de consideración hacia los demás, quienes tienen que soportar sus exigencias y sus impulsos arrolladores que arrasan con todo lo que está por delante. Es muy poco diplomático y no desperdicia su tiempo en dar explicaciones ni excusas. No se detiene en los aspectos lógicos o formales de las cosas, ni se entrega a inquietudes psicológicas prolongadas. 0 llega instantáneamente a la médula del asunto, o pierde el interés. Nada crónico ni restringido le atrae, sino lo nuevo, lo no inspeccionado, lo no descubierto, lo ilimitado. El máximo ideal del hombre de fuego es la conquista de su propia libertad de acuerdo a sus propios valores, y la mayor catástrofe que pudiera ocurrirle es el derrumbe de sus ideales. Su prototipos son el predicador, el héroe, el profeta, de uno en uno, y aún los tres a la vez.

Entre las virtudes del hombre de fuego están la inspiración, la perspicacia, la productividad, la eficiencia -"Ia mayor eficiencia con el menor esfuerzo y en el menor tiempo posible", es su lema - el valor, rayano en la temeridad, la espontaneidad, la independencia, la automotivación con lealtad a su ideal, la honestidad, la calidez, la vitalidad, la carencia de prejuicios. Sus aspectos negativos provienen de sus mismas virtudes: agresivo, insensible a las necesidades de los demás, exigente, egocéntrico, impaciente, fantasioso, arrogante, impertinente, extravagante, impositivo, tirano, cruel.


la expresión de estas características dependerá de cuánto se haya alzado el individuo en la escala evolutiva. En un nivel inferior, todo el vigor e impulsividad del fuego estarán orientados hacia objetivos materiales e inmediatos con mayor probabilidad de enfatizar sólo los deseos. En un nivel superior, la fuerza transformadora de este elemento estará dirigida hacia ideales elevados, ya sea consciente o inconscientemente. Dijimos al principio que los signos de cada elemento representaban una progresiva depuración de sus características. Así el primero de ellos - Aries - simboliza los aspectos más primitivos, enfatizando la conciencia de su propia existencia, el recién nacido del Zodíaco: "Yo soy". El segundo - Leo - representa al adolescente, que ya tiene autoconciencia, y cuyo lema es: "Yo hago". El tercero - Sagitario - regido por el sabio Júpiter, representa el conocimiento, y su expresión es: "Yo veo". Desde luego, esta clasificación es sólo simbólica, puesto que en cada uno de los tres signos hay individuos de todos los niveles evolutivos.

Elemento Tierra

La tierra es la más densa de las formas de energía de los elementos, la más tangible y medible; así mismo es el más lento de ellos, lentitud que compensa con perseverancia y tesón. La tierra es un elemento de percepción; su aproximación al mundo se realiza mediante los sentidos: palpando, oliendo, pesando, mirando, midiendo, escuchando, de ahí su escasa velocidad. En los elementos terrestres, representa lo mineral; en la conciencia del hombre, lo corporal. Su color es el verde y su temperamento asociado es el melancólico. La tierra es yin, pasiva, fría y seca. Representa a los trabajadores, a los que ejecutan las cosas, a los realistas, los concretos, clásicos y prácticos.

El mundo del hombre de tierra está aquí y ahora, en la realidad palpable, a la que accede mediante el intelecto práctico, el "hacer" a través de la materia y la forma. Su especialidad es dejar rastros en los objetos. Su principal órgano de acción es la mano, con la que realiza sus objetivos en este mundo; porque su mundo es físico e inmediato. Es el elemento constructor, como así mismo el preservador de lo construído. La tradición y la norma guían su conducta mientras ahonda progresivamente en el mundo terrestre y vence en forma persistente las resistencias que le opone la materia, lo que hace con toda su energía y voluntad. Encuentra su complacencia en la tarea terminada y en el goce de la labor cumplida. Su vida está conducida en un ritmo prefijado, con un asidero estable en algo ya recorrido y conocido: el pasado, la familia, la patria, la costumbre, la historia. No se dejará encandilar fácilmente por ilusiones, expectativas o sueños irrealizables. Necesita tocar para creer, como Tomás el Apóstol.

Mientras el hombre de fuego siembra por el placer de hacerlo, y se marcha apresurado sin darse tiempo para esperar la cosecha, el hombre de tierra lo hace por la sola finalidad de cosechar. No se dispersa en nada que no vaya a producir un fruto. Si esto se vislumbra en el horizonte, es capaz de una cantidad de trabajo, esfuerzo y perseverancia inigualables, y nada logrará distraerlo de su tarea. El hombre de tierra es también, por definición, el preservador de la especie. Su máxima aspiración es el rendimiento, ya sea en el plano de las posesiones materiales, de su posición en la sociedad en que vive, o en la acumulación de conocimientos que puedan ser aplicables a la productividad.

Entre las virtudes asociadas a este elemento encontramos la laboriosidad, la perseverancia, la tenacidad, la consideración, la tolerancia, la objetividad, la confiabilidad, la solidez, la paciencia, la cautela, la sobriedad, la conciliación. Lo que podríamos llamar sus defectos son el exceso de sus virtudes: la tozudez, la falta de imaginación o de automotivación, la escasa capacidad de abstracción, el exceso de convencionalismo o formalidad, la rigidez, la restricción en el razonamiento y la actuación, la excesiva preocupación por las apariencias, la pasividad. En general, los signos de tierra son muy dependientes de su cuerpo, tanto en cuanto a su salud como a su placer. Son los más sensoriales del zodíaco y, por lo tanto, los más apegados a la percepción directa de su bienestar corporal, lo que puede redundar en un fuerte apego a la gastronomía, el sexo, la vestimenta, los perfumes.

Respecto a su ubicación en el zodíaco, el primer signo de tierra - Tauro - es el que más se permite la sensualidad, en orden decreciente hasta llegar a Capricornio. En símbolos tangibles, Tauro sería el preparador de la tierra, Virgo, el sembrador, y Capricornio, el ocupado con la cosecha y su uso. El primero -el niño- quiere sentir que posee y su lema es: "Yo tengo". El segundo -el adolescente- va un poco más allá en su posesión y su lema es: "Yo analizo". El tercero -el adulto- necesita saber que puede y su lema es "Yo logro".

Elemento Aire

Es el segundo elemento menos denso de la astrología, después del fuego. Su poca materialidad le conduce a ser el rector del pensamiento. Su campo de acción está en las ideas, en la creatividad, en la imaginación, la reflexión, la fantasía, la comunicación a través del lenguaje escrito o hablado. A diferencia de los dos anteriores, este es un elemento racional y representa nuestro poder cognoscitivo. El aire es caliente y seco, se asocia con el temperamento sanguíneo, es decir, violento y súbito. Su color es el amarillo. Es también el segundo elemento más yang o activo, después del fuego.

El hombre de aire se visualiza típicamente como el filósofo, el investigador, el idealista, el genio loco que vive inmerso en la abstracción sin percibir en absoluto la realidad inmediata, ni saber como subsistir en ella. El mundo mental de este elemento elabora los recipientes invisibles a los que se puede acceder sólo después de volcar en ellos la materia. En su mundo no hay un suceder, sino sólo un crear; todo conocimiento es una activa formación en substancia mental, conectada y proyectada hacia el futuro. A este hombre no le atrae la materia sino como una posibilidad de abstracción, y utiliza el mundo físico para la elaboración de formas mentales, Dice Lao-Tsé:

"De la arcilla nacen las vasijas, pero el vacío en ellas

produce la esencia de las vasijas.

Muros con ventanas y puertas

produce la esencia de la casa.

Lo material encierra utilidad.

Lo inmaterial produce la esencialidad."

Este es el lenguaje de un hombre de aire. La esencialidad no puede ser explicada por las leyes de la materia; sin embargo, no se trata de un vacío, sino de algo tan sólido como lo palpable, siendo éste el modelado de aquel. La materia se transforma mientras su esencia permanece inmutable. Así el hombre de aire evolucionado es un metafísico.

En su vida cotidiana el hombre de aire vive una especie de irrealidad onírica, inmerso en sus edificios mentales. Estas construcciones ideales pueden proyectarse en forma activa como realización artística, o en una forma más pasiva en la que el creador se encierra en su esfera mental, en un continuo auto-construirse la realidad. Realidad que, sin duda, sobrepasa todo el esplendor del mundo allá afuera. Porque la más alta motivación del hombre de aire es la belleza, para él: la causa fundamental. Su peor tragedia es el tener que aterrizar en este mundo tangible. Su naturaleza tiende a hacerlo más un espectador que un actor, en esta representación permanente de la vida. La ve, no a través de sus sentidos, sino de su mente. Y así también prefiere criticar la proyección que intervenir en ella, pues él es un teórico de la vida.

Entre las cualidades de los hombres de aire están su viveza mental, su buena comunicación, su objetividad cuando se trata de un problema concreto a resolver, su conducta armónica y amigable, su sociabilidad, su inspiración, su creatividad, su gusto por la estética, su flexibilidad, su adaptabilidad, su laboriosidad a nivel mental, su carácter unificador. Las características que le dificultan la integración con los otros son: una cierta distancia, apreciada como frialdad por su nula emotividad, la torpeza con el mundo concreto y contingente de lo práctico, falta de solidez o coherencia, volubilidad, superficialidad, picoteo temático sin profundización, crítica excesiva, dogmatismo en su categorización de las conductas de los demás, llegando a lo destructivo en casos extremos.

En cuanto a los tres signos de aire del zodíaco, Géminis representaría al comunicador más masivo, es el recolector de la información. Libra, el más productivo, es el creador de las formas sobre la base de los datos recolectados, su producción se orienta frecuentemente hacia las artes. Acuario, el más abstracto del grupo, enfoca su actividad mental a la estructuración, al ordenamiento de las formas en un sistema. El primero, simbolizando al niño, se expresa como: "Yo pienso". El segundo, representando las relaciones formales, dice: "Yo sopeso". Acuario, el idealista, es el prototipo del "Yo sé".

Elemento Agua

El cuarto de los elementos, el agua, es la segunda energía más densa después de la tierra. Como tal, su expresión y expansión se produce en forma de ondas circulares en todos sentidos. Es bien conocido que no es posible restringir esta expansión, y que un estímulo aplicado en cualquier punto de su masa hará vibrar hasta el más lejano rincón de la misma. Tenemos así descrito en esencia al sentimiento en la astrología: vulnerable, fácil de influir, inestable, puesto que al ser líquido fluye y adopta la forma del recipiente que lo contiene. Su color es azul, su temperamento asociado es el flemático. Es frío y húmedo, pasivo, femenino, el segundo más yin después de la tierra.

Al mundo del agua pertenecen las pasiones y los instintos, el dolor y el placer, los sentimientos, los temores y anhelos, las esperanzas y desesperanzas, lo esotérico y todo el mundo psíquico, todo aquello que no se formula en pensamientos ni a través de los sentidos ni por medio de la materia. El tiempo y el espacio cobran aquí una relatividad asombrosa, siendo la principal unidad de medida la intensidad de lo que "me atrae" o "me repele", "me gusta" o "me disgusta". Todo lo que no tiene suficiente intensidad se vuelve lejano e insignificante. De igual forma se distorsiona el tiempo; todo lo importante es "ahora", lo que puede incluir material del pasado, presente o futuro, mediante conexiones variables, móviles, adaptables al flujo del líquido, al procesamiento de lo vivido. El mundo del hombre de agua es el de los estados de ánimo, el de la más extrema subjetividad. Allí pierde importancia el cuerpo físico y el mundo mental, y se empequeñece la voluntad, Tienden a dominar los deseos en pares de opuestos: esperanza (anhelo) - miedo (de no lograr lo deseado). Esta polaridad está orientada hacia los otros, de cuyo psiquismo el hombre de agua se nutre. Vive en función de intensas penas y alegrías ajenas, aún a costa de las otras facetas de la realidad, o de que las causas de tales emociones hayan desaparecido hace tiempo. El trata de mantenerse tanto tiempo como pueda en este ambiente onírico, lúdico, del psiquismo, viviendo en el romanticismo nostálgico de lo inalcanzable, de "la posibilidad de..." del presentimiento, del descubrimiento de realidades más allá de lo sensible. La interpretación del arte, la intuición de los trasfondos místicos, los estudios esotéricos, se vuelven más importantes que la realidad cotidiana.

El elemento agua, igual que el de tierra, se vuelca hacia el pasado, pero de manera diferente, pues lo vive en incompleta digestión, la que trata de no finiquitar para no caer en la realidad. Esto determina que constituya el elemento que carga con más culpa consigo, culpa que abarca incluso a los malos pensamientos. Pero mientras el hombre de tierra procura reparar lo hecho, el de agua sólo puede padecer. Padece por sus culpas, y también porque se sintoniza emocionalmente con los demás y sufre con ellos, como si esos dolores fueran propios.

Entre las virtudes de los hombres de agua está su emocionalidad profunda, su receptividad a los sentimientos de los demás, su vigor espiritual, sus potencialidades psíquicas y esotéricas, su compasión, su percepción inconsciente, su amor a las creaturas, su altruismo y sentido protector, su adaptabilidad. Sus defectos nacen de un enfoque a bajo nivel de esas mismas cualidades: sentimentalismo barato, inestabilidad, incertidumbre, adopción inconsciente de conductas ajenas, manipulación de los demás, miedos irracionales, hipersensibilidad, frustración, actitud de víctima permanente, escasa lógica, exceso de subjetividad, volubilidad, desconfianza y recelo, aislamiento.

El primero de los signos de agua -Cáncer- es el más sensible a la emocionalidad, el que está más a merced del ir y venir de sus aguas; gráficamente se le puede concebir como un río, y su divisa es: "Yo siento". El segundo -Escorpión- es el agua profunda, aparentemente estancada, pero con corrientes subterráneas, semejante a un lago; se asocia a la experiencia del sexo y al "Yo deseo". A Piscis, en cambio, se le ha descrito como el océano insondable, representa la experiencia de la sumisión a lo transcendente y al "Yo creo". Este último constituye el signo de agua que mejor puede emplear su sensibilidad psíquica para el esclarecimiento y la transformación.

Las características de los cuatro elementos del zodíaco que hemos descrito deben entenderse como representando lo que serían en estado puro, lo que es casi imposible encontrar en la naturaleza. Afortunadamente, en la vida los tipos se dan mezclados en alguna proporción, lo que facilita el intercambio y la comunicación con los demás, lo que de otro modo sería muy difícil. Al examinar el mapa natal, uno ve cuales y cuantos planetas caen en un signo de agua, de aire, etc. De este modo podemos determinar el porcentaje de cada elemento que hay en una persona determinada. Hay elementos más compatibles entre sí que otros, aunque de alguna manera, todos son excluyentes, en el sentido que representan maneras muy distintas de acceder a la realidad. Cada elemento aporta su visión, y cada una es sólo una parte de lo que podríamos llamar realidad. Aunque fuéramos capaces de obtener la perspectiva global de cada uno de los cuatro elementos, todavía estaríamos percibiendo una parte de lo existente, mientras no podamos conquistar la totalidad, el Uno que todo lo incluye y hacia el cual vamos.

Morella

Juntos haremos un mundo mejor



Namaste